Merece una visita tranquila el lugar donde se apareció la Virgen sobre una encina y el Santuario en su honor, propiedad de todo el pueblo.
Desde que se tiene recuerdo, este es un punto clave de Artziniega, donde se iba a festejar, a comerciar, a jugar a los bolos y a pedir consuelo.
Aquí se celebraba una feria importantísima de ganado. En la Edad Media funcionaba una hospedería para peregrinos, y para criaturas abandonadas que acababan a cargo de la beata, la cuidadora del templo.
La Virgen de la Encina fue nombrada copatrona de Álava en 1812, pero no reafirmado su nombramiento.
En el interior del Santuario un extraordinario retablo narra el milagro de la aparición. Según los expertos, uno de los más bellos de Euskadi.
De estilo gótico-flamenco, se construyó a finales del siglo XV y su policromía llama la atención. Está cubierto casi en su totalidad con pan de oro. Merece la pena echar el euro en el cajetín de la iluminación y descubrir esta maravilla propia de las catedrales.