Una forma de disfrutar guiada por la memoria
Okondo es un valle dentro del Valle de Ayala. Tranquilo como pocos, aparece a los ojos de quienes lo visitan como una larga carretera alrededor de la cual se suceden casas y caseríos. Sin embargo, Okondo es también la cima de San Román, desde la que se disfrutan algunas de las estampas más hermosas del pueblo.
La leyenda cuenta que aquí hubo un árbol de la fertilidad, al que venían antiguamente las mujeres a dar a luz a sus criaturas para llenarles de dones y buena fortuna. Alentada la tradición en sus romerías por los barrios más olvidados que poblaron estas montañas, como el de Otaola, ya casi no se recuerda la Mesa Escoriaza, donde se reunía el concejo para decidir el destino de este ‘Noble y Leal Valle de Oquendo’.
Fue un lugar de mucha castaña y de carboneros que trasmochaban buenas hayas para alimentar las hoyas. En los años 50, aquellos años de la madera, cuando en este pueblo proliferaban las serrerías, abundantes de trabajo, se le llegó a llamar ‘el valle del oro verde’, y antes su río, el Izalde, ofreció gustoso la fuerza de su caudal para alimentar molinos y ferrerías a su paso.
Las nuevas generaciones se enfrentan ahora a otros retos. Los encuentros, quizá más esporádicos porque la vida se vive ya fuera del pueblo, vienen marcados por un calendario con mucha historia.
La memoria de Okondo
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Irabien, Villachica, San Román, Ugalde, Jandiola y Zudibiarte
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Una forma de disfrutar guiada por la memoria
El devenir de nuestros pueblos a través de sus protagonistas, de las gentes que los han trabajado y vivido para dejarnos un recuerdo de su pasado y una perspectiva del futuro que hemos de encontrar.