De San Román salió un joven José Ignacio Aldama antes de mediados del siglo XVIII. Aquel muchacho que no alcanzaba los quince años se convertiría, en la Nueva España, en padre de uno de los insurgentes mexicanos que en 1810 se revelaron contra la Corona española.
Un joven Sauto dejó su San Román natal con apenas trece años para convertirse en el gran señor dueño de uno de los obrajes más importantes de aquella tierra mexicana. Fueron muchos los oquendanos que cruzaron hasta el otro mundo para encontrar fortunas nuevas y contribuir con sus caudales a mejorar la vida del valle.
Otro hijo del pueblo, Bernardo Abasolo, realizó el mismo viaje que Aldama por aquellas fechas y con edades similares. Salió del barrio de Otaola y nunca olvidó su hogar, donde escribía amarteladas cartas y, como el resto, enviaba remesas con las que paliar la precaria situación del caserío familiar. Su hijo Mariano Abasolo se uniría a los insurgentes.
Junto a ellos, Domingo Narciso de Allende, originario de Gordexola, se instaló en San Miguel el Grande, México. Su hijo, Ignacio de Allende, fue el primer instigador de la Independencia Nacional de México.
El 26 de junio de 1811, en la villa de Chihuahua, Ignacio de Allende murió fusilado por las fuerzas militares realistas junto a su amigo de toda la vida, Juan de Aldama.
La historia de sus vidas y de las vidas de quienes poblaban Okondo y Gordexola aquel siglo se recrean en la novela Manuela, en la que tambíen se reproduce la construcción de la actual iglesia de Nuestra Señora, anteriormente ubicada en Unza, y que se pudo realizar gracias a la herencia recibida por un oquendano, Ibarrola, afincado en la Nueva España.