El medievo regresa a la villa de Artziniega en el día del Mercado de Antaño. Las señales de tráfico y cualquier elemento o material que pueda recordar los tiempos modernos en que vivimos queda escondido tras una decoración medieval al detalle.
Esta iniciativa, que surgió del Museo Etnográfico y gentes particulares, ha ido involucrando a casi todo el pueblo, con años de más participación que otros, resurgiendo en sus últimas tres ediciones gracias al empeño de una decena de vecinas y vecinos.
Los puestos artesanales, de los que la mitad son de productos locales y de cercanía, se visten como en sus orígenes. Las gentes lucen turbantes y telas de otra época, y los pendones adornan las viejas calles el tercer sábado de septiembre, tras las fiestas de la localidad.
Cada año hay un espectáculo diferente organizado por grupos del pueblo (danzas, trashumancia, ajedrez humano) y siempre una jaima, una batucada; además de zancos, gigantes y juegos de luces y fuego que trae la empresa de animación que se contrata.
Lo más importante es la participación de todo un pueblo, que se prepara durante meses para recibir este día a visitantes de tantos lugares.