Lo que más llama la atención al llegar a Salinillas de Buradón es lo pequeño que es este pueblo rodeado de una gran muralla.
Fue construida en 1262 por orden del rey de Castilla para defender uno de los núcleos urbanos estratégicos política y económicamente.
Un manantial salino del que ya no queda rastro fue una importante fuente de riqueza y desarrollo social, que ha quedado manifiesta en la buena fábrica de sus casas.
Del Palacio de los Condes de Oñate, en la plaza Mayor, solo queda la estructura recordando su pasado militar y palaciego.
Junto a él la Iglesia de la Inmaculada Concepción, del siglo XVI, construida sobre la originaria, y pequeñas calles y placitas de origen medieval.