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Una forma de disfrutar guiada por la memoria

Agurain | Pueblos de Alava, de abuelas a nietas y nietos
De abuelas a nietas nietos

Emi García

Cecilia es el nombre que le querían poner sus padres, pero en el registro se confundieron y le pusieron Emilia. Todos la conocen como La Emi, la misma que no olvida aquellos tiempos antiguos en que la persona pobre lo era en todos los sentidos de la vida, porque por tener no tenía ni tierras ni casa, sino que todo a lo que accedía pertenecía a alguien que no era ella. Los años han pasado y la vida ha cambiado y mucho.

Agurain ha sido un pueblo con muchos recursos, grandes murallas y casas blasonadas, pero también ha sido tierra de labradores, donde la familia al completo trabajaba de sol a sol para sobrevivir a unos tiempos más bien difíciles.

Cecilia García de Vicuña, Emi, a sus 89 años se acuerda de su madre, que trabajó todos los días de su vida y no pudo disfrutar de lo que ella ha vivido tras jubilarse, viajando y conociendo otros lugares gracias al Imserso.

Son las siete de la tarde, es de noche y hace frío. Sin embargo, Emi se envuelve en el abrigo y toma de nuevo la calle Arramel. En el club de jubilados la esperan las amigas. Trabajar ya hizo antes, y por demás, ahora lo que toca es disfrutar.

Pueblos de Álava, de abuelas a nietas y nietos. Álbum familiar de Emi García
Álbum familiar de Emi García

Los labradores ricos hacían otra vida

Nació en el barrio San Juan, rodeada de campos de cereal y ganado. Eran seis hermanas y tres chicos, y la infancia se convirtió en una carrera de supervivencia.

Mientras había trabajo en casa no iba a la escuela, porque el campo era lo primero. Quizá en invierno, algunos días sueltos, sobre todo cuando llovía o nevaba y en la tierra no se podía hacer nada. Lo justo para aprender a sumar, restar y multiplicar, y leer y escribir. Después nada más.

“Hemos vivido pobres, y hemos trabajado siempre mucho”. El padre de Emi no tenía tierra y ni siquiera era propietario del caserío que habitaban. Los labradores propietarios hacían otra vida.

“Mi padre no salía de casa y nosotras tampoco”. Quienes tenían campo y tierras en propiedad iban al mercado a Vitoria, los jueves, y a tomarse un cafecito y jugar a las cartas. Se distinguían.

Agurain | Pueblos de Álava, de abuelas a nietas y nietos. Álbum familiar de Emi García
Álbum familiar de Emi García

El privilegio que daba la riqueza

Las familias Azkarraga y Begoña han sido desde siempre las más distinguidas y también en la época de Emi, y eso se notaba hasta en la iglesia. “Había que dejar las capillas para ellos, los bancos y las sillas los ocupaban las personas más pudientes, mientras que nosotras nos colocábamos donde podíamos”.
Sus grandes casonas destacan todavía hoy en el centro de Agurain. Ambas lucen hermosos escudos y balcones sobre sus fachadas de piedra.

Emi conoció muy de cerca la casa de la familia Begoña, porque en invierno, cuando no había tanto trabajo en el campo, la mandaban junto a sus hermanas a limpiarla. Por aquello que ellas hacían, algún dinero recibía el padre, pero ellas no lo veían. Y es que, “casar a nueve hijos e hijas en aquellos tiempos tenía su complicación”.

Agurain | Pueblos de Álava, de abuelas a nietas y nietos. Álbum familiar de Emi García
Álbum familiar de Emi García

Sonaba “la queda” y todas a casa


A las jóvenes les sobraban razones para evitar a toda costa enamorarse de un labrador. No había maquinaria y lo que se utilizaba eran bueyes, mulas o vacas para trabajar la tierra. Entonces lo mismo iba la mujer que el hombre a tirar del animal, de la guadaña y de todo.

Sin embargo, hacia mitad del siglo XX, cuando llegaron las segadoras, los tractores y toda la maquinaria que se usa hoy, “las señoras” dejaron de ir tanto al campo. Ahora se casaría con un labrador sin pensarlo, pero entonces eligió al joven José Mari Zalduendo, el herrador de San Juan.

Aquel día, el de su boda, con 24 años, fue la primera vez que Emi estrenó ropa. Hasta ese momento siempre usó lo que dejaban atrás sus hermanas mayores.

Lo poco que salía de casa a divertirse era al baile, y a las 9 de la noche tocaba una campanita en la iglesia que era ‘la queda’, que indiscutiblemente marcaba la hora de regresar al hogar, antes de que el cura hiciera su ronda de vigilancia por las calles del pueblo.

En Agurain había cine, pero en casa de Emi no había dinero, así que ese placer también lo tuvo que dejar para más tarde.

Agurain | Pueblos de Álava, de abuelas a nietas y nietos. Fiestas en Agurain, 1968. Arqué. Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz
Fiestas en Agurain, 1968. Arqué. Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz

Años 60

Lavar hacían en los lavaderos, pero también en el río, de rodillas, en dirección a Ordoñana, donde más agua había y más limpia estaba, sobre todo en verano.

Hacían la colada en unas cubas de zinc. Allí metían toda la ropa blanca y luego le echaban la ceniza que sacaban del fuego bajo por encima. Era la forma que tenían de blanquearla. Tras la ceniza, agua hirviendo. Y después, en un carretillo lo llevaban al lavadero o al río para aclarar todo bien y finalmente tenderlo.

La primera lavadora que tuvo Emi en casa fue a mediados de los años 60. Ya habían nacido sus dos hijas y el chico.

La buena vida, con la jubilación

Emi sabe bien cómo aprovechar el tiempo del que dispone tras su jubilación.
Ha viajado todo lo que ha podido con el Imserso, se divierte con amigas y el club de jubilados es un buen aliado en Agurain para mujeres como ella, que ya lo han trabajado todo.

Quizá le hubiera gustado tener una vida más desahogada, con un oficio como tienen las mujeres de hoy. Antes era el campo o las fábricas (la de pieles, la de azulejos,…), pero ella siempre trabajó en casa.
Dice “en casa”, como lo diría cualquier labradora que como ella no ha dejado de trabajar ni un solo día. Junto a José Mari, que empezaron una vida pagando 500 pesetas de alquiler, también arrendaron unas tierras de labranza con las que añadir algo más a la escasa economía familiar.

Por eso piensa que hoy la vida es otra, más fácil de vivir y con más oportunidades.

Aimar tiene 20 años y escucha la narración de su abuela como si no la hubiera oído nunca.

Agurain | Pueblos de Álava, de abuelas a nietas y nietos. Vicente López. Photo-Araba
Vicente López. Photo-Araba

Un pueblo con posibilidades


Él estudia en Mondragón, un viaje diario que no le molesta, más bien le atrae la idea de moverse.
Le gustaría vivir un tiempo en una ciudad grande, pero sin perder de vista la tierra en la que ha nacido y donde crece con toda la soltura y la libertad que le ofrecen el pueblo y su juventud.

El trabajo no es problema aquí, donde hay una tradición industrial importante. Sin embargo, algo ha cambiado y ya no hay tanto ambiente, la fiesta se ha ido a otra parte. Aimar los fines de semana elige Vitoria para disfrutar.

Pueblos de Álava, de abuelas a nietas y nietos. Foto cedida por Kepa Ruiz de Eguino
Aniceto Lezea y su hijo Pepe Lezea, txistularis de Agurain, y Pitillas, atabalero. Foto cedida por Kepa Ruiz de Eguino

El euskera prohibido

Emi mira con admiración a su nieto, y cuenta que el joven ha pasado el verano trabajando en la fábrica Atusa; “posibilidades en Agurain sí que hay”. Y lo que más envidia le da a la abuela es que sepa hablar euskera, que los niños y niñas lo aprendan desde pequeñitos.

“En qué mal año nacimos”, se lamenta. En su casa no lo hablaba nadie, pero es que, además, en tiempos de Franco estaba prohibido. Tanto era así que jóvenes de la parte de Guipúzcoa venían a Agurain, a los caseríos, a trabajar para aprender castellano.

“Se arrimaban a nosotros para escucharnos hablar”, y cuando ya sabían el castellano, o al menos se defendían, se volvían a sus casas tan contentos.

Pueblos de Álava, de abuelas a nietas y nietos. Retrato de grupo hacia 1910-1915 en las calles de Agurain. Photo-Araba
En invierno limpiábamos sus casas y padre algo recibía"

Emi García

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