Fiesta de kintos y hoy también de kintas. En su origen era la fiesta que hacían los hombres jóvenes que tenían que ir a cumplir con el Servicio Militar, pero se ha ido adaptando a los tiempos para convertirse en la fiesta de la juventud, de los chicos y chicas que cumplen 18 años.
Organizados en cuadrillas, salen a cantar el día 4 de febrero, víspera de Santa Águeda, caiga como caiga, llueva, truene o nieve. Recorren el municipio, cada grupo por distintos sitios, y recopilan dinero o lo que les ofrezcan en los caseríos (huevos, chorizos…).
El viernes siguiente vuelven a cantar por las empresas y los centros escolares y a mediodía se juntan en la plaza o en el parque. Esa tarde, con lo recaudado, ofrecen al pueblo una fiesta con un amplio programa: kalejira, conciertos y verbena.
José Mari Irabien cantó en el año 62. Recuerda que eran 28 y se repartieron en varios grupos: “unos a un sitio y otros a otro, y todo andando y con una helada de espanto”. Entonces recaudaban poco dinero en los caseríos, pero la ronda del viernes siguiente por las fábricas era más fructífera, y con ella arreglaban la fiesta de la tarde.
Makila y a la calle. La esencia sigue siendo la misma, y su éxito reconocido en todo el valle, antes y ahora.