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Una forma de disfrutar guiada por la memoria

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De abuelas a nietas nietos

El molino de 1778 y la panadería

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Entrando a Peñacerrada por la carretera de Vitoria hay un lugar bien conocido por todos los que transitan esta vía: la panadería. La familia Alonso, que vive en el mismo edificio en el que se muele, se amasa y se vende, lleva cuatro generaciones defendiendo un oficio cada vez más duro.

Solo cierran tres días al año, y el resto es amasar y repartir sin descanso. Hasta 25 locales de la capital alavesa venden pan de Peñacerrada, pero también de otras diez panaderías distintas. “En la mayoría solo dejas 5 o 6 barras y no hacemos más que gastar gasolina y ruedas”.

Su pan estrella es el sobado, además del ecológico que solo amasan los sábados y para el que se sigue usando el viejo molino, que data nada menos que de 1778. La tolva, las piedras, la grúa… ahí siguen, aunque cada vez hay menos agua y sin agua no hay molienda. “La sequía es severa”, comenta Edorta, que ha visto correr el caudal por el manantial, que se conoce como La Fuente, con bravura en otro tiempo.

Edorta Alonso lleva en el oficio desde los veinte años, y hasta entonces cuando terminaba de estudiar había que ayudar. Vivir en la panadería “es la suerte, como dicen algunos, y la desgracia, como digo yo, porque estás todo el día en el trabajo”. Hoy regenta el negocio familiar junto a su pareja y a una hermana.

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